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De Cangas de Onís a Covadonga en autobús. 

 Cangas de Onís.

Cangas de Onís En Cangas de Onís se produce la conjunción del agua, de la montaña y de la historia. Además, como primera capital de España, es una villa que encierra parte importante de nuestro pasado. El topónimo “Cangas” indica un valle entre montañas con confluencia de ríos, en este caso, el Sella y el Güeña. Con su Puente Romano, Cangas de Onís también es una encrucijada de caminos, un punto clave en el tránsito de Cantabria a Asturias. Por su localización estratégica, Cangas fue un antiguo asentamiento humano, lo que testimonia el Dolmen Neolítico conservado en la Capilla de la Santa Cruz, la construcción más antigua del arte prerrománico asturiano. De la Edad Media atesora dos importantes construcciones: el monasterio de San Pedro de Villanueva, toda una joya del románico puro, y el puente que supera el río Sella a la entrada de la villa. El Puente Romano es de época medieval y está construido sobre un antiguo puente romano, del que toma su nombre. Se asienta sobre un gran arco ojival que aligera su silueta, con un vano de 20 metros de altura sobre el agua. La calzada de paso es ancha, empedrada e irregular, fabricada con cantos rodados del río. Fue declarado monumento nacional en 1931 y luce la Cruz de la Victoria de la bandera de Asturias, toda una seña de identidad que hace del Puente Romano la construcción más emblemática de la región. La parte vieja de la villa es Cangas de Arriba, donde se localizan el Aula del Reino de Asturias y la capilla de San Antonio, rodeada de una amplia pradería con arboleda. En la zona baja de Cangas de Onís destacan dos llamativos edificios: el Ayuntamiento neoclásico y la iglesia de Santa María, con su espadaña de tres cuerpos y sonoras campanas que retumban en el espacio, recordando su utilidad como alerta en la batalla de Covadonga. Al lado de la iglesia, bajo los aleros del Palacio Pintu, se localiza el mercado popular, especializado en productos artesanos.

Desde Cangas a Covadonga.

Covadonga es la cumbre del Reino de Asturias y su montaña la cumbre del reino de la Naturaleza. Ascender por Covadonga hacia Los Lagos constituye un privilegio para todo tipo de visitante y de ahí las limitaciones temporales para el acceso. Aquí, hace siglos, nació una nación apoyada en esos relieves intensos de fuertes pendientes; aquí la naturaleza supera todos los cánones de la belleza; aquí la fauna salvaje y doméstica han convivido durante siglos; aquí el conservacionismo español alcanzó su madurez; aquí el ser humano se aleja de la tierra y se acerca al cielo. La salida de Cangas hacia Los Lagos se realiza por el valle del río Güeña hasta Soto de Cangas. Los aparcamientos escalonados reflejan el atractivo turístico de un espacio con cientos de miles de visitantes cada año. La ruta cruza La Riera, un núcleo de población con casas tradicionales de piedra y cierres de madera. El sonido del agua del río, el frescor del ambiente y un puente de época medieval dan relevancia a este pequeño pueblo asturiano. Por aquí pasaba la vía histórica de los peregrinos, una ruta conocida como “El Camín de la Reina”, pues la utilizaron varios miembros de la familia regia para acceder al Real Sitio. En Muñigo arranca la senda caminante a Covadonga de kilómetro y medio de longitud en permanente ascensión, cruzando el bosque autóctono del Monte Auseva, donde sucedió la batalla contra los árabes en el año 718.

 

Covadonga y Basílica.

Se penetra en el Real Sitio de Covadonga por “El Repelao”, el lugar donde Pelayo fue proclamado Rey por el colectivo guerrero astur que hizo frente a la caballería árabe y la derrotó por sorpresa. Refugiados en una cueva, Pelayo y sus seguidores lograron rechazar los ataques árabes, lanzando piedras y troncos contra los atacantes, tras rebotar las flechas enemigas en la pared de la roca. Las huestes islámicas, consideradas invencibles, fueron derrotadas en torno a esta cueva donde, según la tradición, apareció la imagen de la Santina. El lugar quedó mitificado y en la gruta se construyó un pequeño templo de madera. En la actualidad, la cueva acoge una capilla, la imagen de la Santina, “una Virgen pequeñina y galana”, un reducido recinto para los peregrinos y los sepulcros de Pelayo y de Alfonso I. La cascada de la cueva procede de la parte alta del monte Auseva, que atraviesa por dentro para reaparecer bajo la gruta formando un lago. A su izquierda está la Fuente de los Siete Caños que, según la creencia popular, asegura un pronto matrimonio: “La Virgen de Covadonga, tien una fuente muy clara, la neña que de ella bebe, dentro del año se casa“. El santuario mariano tiene varias edificaciones históricas (museo, casas de los canónigos, hospederías) y una magnífica basílica construida a finales del siglo XIX en estilo neorrománico, con un porte esbelto pues se erige sobre una amplia y elevada cripta. El templo se articula con tres naves escalonadas, crucero elevado, tres ábsides y dos imponentes torres con agujas de inspiración francesa. En el interior se cubre con bóvedas góticas sobre muros con vidrieras y se decora con una estética ecléctica, que incluye detalles del arte prerrománico asturiano. Otras piezas destacables del recinto son la estatua de bronce del rey Pelayo que se asoma sobre el valle y la “Campanona”, una pieza de 400 toneladas de peso con relieves de la Divina Comedia de Dante.

El recorrido hasta Los Lagos.

Mirador de Los Canónigos Al lado de la Gruta de Covadonga arranca la subida a Los Lagos. La calzada se abre paso entre un bosque tupido, un túnel vegetal solo horadado por los rayos de luz. La carretera se estrecha adaptándose a la pendiente y en las curvas se destaca fugazmente el perfil de la basílica de piedra rojiza. La ruta se adentra en un bosque autóctono de castaños, fresnos, robles y avellanos que se alternan con las primeras praderías. Son árboles caducifolios que muestran un intenso follaje verde en verano y cambian a tonos ocres y amarillentos en otoño. En la parte baja crece un tupido sotobosque, donde la fauna salvaje (jabalí, corzo, ciervo) encuentra su hábitat natural protector. A la izquierda de la ruta, antes de una curva pronunciada, surge el Mirador de los Canónigos, por ser el lugar donde descansaban los sacerdotes de la basílica en su paseo vespertino. Varios bancos de piedra y madera son la huella de su presencia entre robles y plátanos y, a duras penas, dejan entrever los tejados rojizos de Covadonga con sus dos agujas grisáceas apuntando al cielo.
Se acaba el bosque y resurgen las praderías remarcadas con hileras de avellanos y, más arriba, las cuestas o zonas de pastizales no cercados. Destaca la Cuesta de La Huesera que, según la tradición, toma su nombre de los restos de soldados árabes muertos, tras su huída hacia la montaña, después de la batalla de Covadonga. Tan histórico lugar ha recuperado su vertiente mítica, cuando se incorporó al recorrido de la Vuelta Ciclista a España en los años 80, la década en que la televisión comenzó a retransmitir en directo las etapas más relevantes. Durante muchos años, la subida a Los Lagos fue la más destacada cita del ciclismo español por su dificultad y su dureza. La ascensión desde Covadonga es de 14 kilómetros, con un desnivel de casi mil metros y una pendiente que en La Huesera alcanza el 15% durante casi un kilómetro. La subida a Los Lagos coronó a muchos escaladores desde que Marino Lejarreta venció en la primera ascensión en 1983. Aquí alcanzaron la victoria grandes corredores nacionales (Pedro Delgado, Álvaro Pino) y extranjeros (Laurent Jalabert, Nairo Quintana) que prestigiaron aún más el triunfo en esta etapa de alta montaña. La larga diagonal de La Huesera constituye todo un desafío para muchos aficionados al cicloturismo que abordan el reto de esta subida, ya sea individualmente, ya sea en la prueba anual cicloturista que reúne a más de 4.000 corredores. La subida continúa entre praderías con cuadras y pajares que cobijan al ganado en invierno, cuando los altos están cubiertos por la nieve. Por encima del bosque y de los prados asoma la roca caliza, mezclando los colores verde y gris con el azul del cielo. Las peñas forman crestones que sirven de atalayas privilegiadas para dominar el entorno. La más importante es el Mirador de la Reina que se localiza a 910 metros de altitud y que, con los Picos de Europa a la espalda, ofrece una deslumbrante vista. Al frente se divisa el valle del río Güeña, tapizado de brezos, prados y bosques. Al fondo, se difuminan los perfiles de las sierras del Sueve y del Mofrechu y, en días claros sin neblina, se descubre el mar Cantábrico. Desde el mirador se aprecian los pueblos del concejo de Onís, una cadena de pequeños núcleos que viven del pastoreo en la montaña. Los pastos permiten alimentar una cabaña numerosa de vacas, ovejas y cabras, cuya leche ha sido tradicionalmente dedicada a la producción de quesos artesanos. Además, el Mirador de la Reina es un balcón elevado que permite avistar el vuelo de las aves de las cumbres: águilas, buitres, alimoches y, recientemente, quebrantahuesos. Su presencia es permanente pues muy cerca se localiza el comedero que aporta alimento extra a especies, como el quebrantahuesos, que se está reintroduciendo en los Picos de Europa. 

Después del Mirador de la Reina, la subida se extrema y la roca caliza adquiere perfiles originales, como en la Peña del Elefante, que evoca la cabeza de un plantígrado con su trompa. A la derecha se localizan praderías con cabañas formando majadas, como las de Fana, Teón y Gumartini, en las que permanecen los pastores durante el verano. Las cabañas de piedra se asientan en camperas protegidas del viento y rodeadas de fresnos, que dan sombra a los hombres y al ganado. Todavía en la actualidad, los pastores pasan el período veraniego en las majadas de los puertos (Vega de Enol, La Tiese, Vega La Cueva), vigilando y protegiendo al ganado y aprovechando su leche para la fabricación de quesos. El queso por excelencia en esta zona es el de Gamonéu que se elabora en el valle o en el puerto, siendo este último el de mejor calidad por utilizar leche procedente de los pastos de altura. El queso madura y cura en las cuevas del macizo, de donde obtiene esa textura semidura y un aroma ligeramente ahumado. El queso de Gamonéu es un queso artesano de montaña de sabor intenso y penetrante, mérito que comparte con el de Cabrales, también fabricado en los Picos de Europa. Los pastores queseros celebran anualmente el día de Santiago la Fiesta del Pastor y se reúnen en Concejo Abierto para debatir los usos ordenados de los pastos comunales. Este funcionamiento comunal ha permitido la conservación de la actividad ganadera tradicional desde hace siglos, sin disputas ni deterioro del medio y, como tal, se mantiene en la actualidad dentro del Parque Nacional.

Superadas las majadas, la altitud alcanza los 1.000 metros y la vegetación arbórea empieza a desaparecer, aunque algunas hayas crecen en las grietas de las rocas. El haya es la reina del macizo porque se asienta en suelos calcáreos diminutos, donde abunda la humedad y el frescor continuado. Pueden aparecer formando bosquetes de hayedos o como ejemplares solitarios mecidos por el viento de las cumbres. Una de ellas, a la derecha de la carretera, oculta un pequeño secreto: es “el Haya del Inglés”. Se distingue por una cruz asturiana de color rojo y una marca desvaída de la palabra “DEAD”, muerto, en inglés. Aquí se produjo hace muchos años, un domingo de agosto de 1927, un trágico suceso que manchó de sangre Los Lagos, cuando delincuentes comunes asaltaron de noche a dos empleados de las Minas de Buferrera y causaron la muerte a uno de ellos. El fallecido tenía sólo 27 años, se llamaba Robert Cecil Horne y fue atacado por “El Bárgana”, un conocido delincuente asturiano que, meses después, se suicidó al verse rodeado por la Guardia Civil. La noticia tuvo un eco nacional y el árbol en torno al que se produjo la muerte del joven cajero británico quedó bautizado, en su recuerdo, como “El Haya del Inglés”.

La ruta llega por fin a la cresta final y, de repente, sin darnos cuenta, aparece ante nosotros el lago Enol, que ofrece su mejor perspectiva desde el monolito en memoria de José Ramón Lueje, el primer montañero de Asturias. El centenario Parque Nacional adquiere su máximo valor al llegar a este punto. La vista es excepcional con las aguas abajo, las peñas arriba y los Picos de Europa nevados al fondo. El lago Enol es una cubeta glacial extensa y redonda, de 12 hectáreas de superficie y 25 metros de profundidad, donde se acumulan las lluvias del entorno circundante. Sus aguas tienen un original color verde esmeralda, más oscuro en verano que en invierno, que se asemeja al verde intenso de la hierba de sus bordes. A la derecha del Lago Enol surge una pista que lleva a la Vega del mismo nombre, donde se ubica la Casa Municipal de los Pastores y la Capilla. En esta amplia campera se celebra la Fiesta del Pastor con la tradicional reunión de los ganaderos para concretar los usos de los pastos comunales. El festejo se remata con carreras a caballo por el valle y a pie por las duras cuestas de la Porra de Enol. Hemos arribado a Los Lagos, el espacio mágico de las leyendas y de los mitos, donde la altitud genera visiones y sorpresas, entre las habituales nieblas de altura, que pueden aparecer o disiparse varias veces a lo largo de una jornada.

El Parque Nacional de la Montaña de Covadonga es centenario, pues se creó en julio de 1918, y fue el primer espacio protegido de España, junto al Parque Nacional de Ordesa en los Pirineos. En 1995 el Parque se amplió a todo el macizo calcáreo, incorporando nuevas zonas de Asturias, León y Cantabria. Además, cambió su denominación a Parque Nacional de los Picos de Europa, uno de los más conocidos de España y que recibe más dos millones de visitantes anuales. Posteriormente, fue reconocido como Reserva de la Biosfera y figura entre las zonas del mundo donde mejor se conservan los relieves kársticos y los ecosistemas de fauna y flora atlánticos. El paisaje kárstico se genera en las calizas erosionadas, donde las partes duras se resaltan en forma de agujas (Naranjo de Bulnes o Urriellu, Peña Santa), cuya altura y verticalidad dan nombre a los Picos de Europa. Simultáneamente, la erosión glacial del Cuaternario formó los lagos de altura, y la erosión fluvial penetró por las grietas de la caliza, tajando angostos desfiladeros, como los de los ríos Sella, Cares y Deva. Los Lagos ha acogido finales de etapa de la Vuelta Ciclista a España en más de veinte ocasiones, lo que sin duda ha contribuido a su promoción dentro y fuera de nuestro país. De esta manera, se logra una idónea combinación entre deporte y naturaleza, con un respeto por los espacios protegidos que no impide el disfrute de los mismos, lo que enorgullece a los asturianos y a los visitantes.

El Centro de Recepción de visitantes recibe el nombre de Pedro Pidal, el marqués de Villaviciosa de Asturias, pionero del montañismo y del conservacionismo en España. Desde su puesto de diputado a Cortes propuso y consiguió hace más de cien años la creación del Parque Nacional en la Montaña de Covadonga. Destacó en varios deportes y su nombre está vinculado al Naranjo de Bulnes, el Picu Urriellu, que escaló por vez primera en la historia en compañía del lugareño Gregorio Pérez, “El Cainejo”. En el Centro, una exposición permanente explica la naturaleza y la etnografía de los Picos de Europa, esas agujas grisáceas que presiden el macizo calcáreo. En un breve recorrido, ambientado en la oscuridad, se explica la formación de la caliza, los procesos de erosión en el roquedo, la fauna de alta montaña, las selvas caducifolias y la preeminencia del hayedo. La parte etnográfica incide en la importancia de la ganadería, la agricultura de subsistencia, los aprovechamientos ordenados del bosque (leña, caza, setas), el pastoreo y el trabajo en los prados de siega. Se describen las características de los pueblos circundantes, con sus casas tradicionales de piedra y madera, cuadras y pajares, las llamadas “invernales”, donde el ganado se refugia durante el invierno. También se analiza la utilidad de las despensas campesinas, los hórreos y las paneras, construcciones sobre pilastras bien aisladas, idóneas para almacenar las cosechas de maíz, patata, frutas y embutidos.

Desde finales del siglo XIX y durante casi cien años hubo una importante explotación minera en los Lagos, la mina de Buferrera, en la que inicialmente una compañía inglesa extrajo hierro y manganeso. La actividad minera se realizaba durante los meses de buen tiempo y empleaba numerosa mano de obra pues, en sus comienzos, el mineral se cargaba en cestos y se bajaba en mulas hasta Covadonga. El complejo minero se renovó a principios del siglo XX con la extracción al aire libre y en galerías, el establecimiento de una central hidroeléctrica y la puesta en marcha de un lavadero. También se levantó un funicular aéreo de 7 kilómetros de longitud que bajaba el mineral en vagonetas hasta la estación de El Repelao en Covadonga. Desde allí se cargaba en vagones del tranvía de Covadonga-Arriondas, para seguir viaje hasta embarcar en el puerto de Ribadesella. De las antiguas instalaciones mineras se pueden visitar restos en la bocamina (galerías, túneles, vaciados a cielo abierto) y apreciar las pilastras por donde circulaban las vagonetas del funicular. Las escombreras han desaparecido bajo el aparcamiento y los edificios anexos. El funicular que cruzaba la Vega de Comeya ha sido desmontado y ahora se aprecia una depresión kárstica, cuyo río dibuja meandros antes de filtrarse al fondo del valle. La Vega de Comeya constituye un ecosistema especial de gran valor porque conserva la humedad hasta el final del verano.

Los Lagos de Covadonga se formaron en el Cuaternario, cuando los sedimentos de piedra y barro cegaron el fondo de una zona hundida. Constituyen uno de los entornos más originales y bellos de Asturias y atesoran una indudable riqueza de flora y fauna. El segundo lago, La Ercina, está separado de su hermano el Enol por la loma de Entrelagos que es una morrena glacial, un material arrastrado y desplazado durante las glaciaciones. La Ercina es una laguna alargada y poco profunda, protegida por dos crestones calizos que, como dos castillos, se reflejan sobre el fondo. Es de tamaño más pequeño y de sólo dos metros de profundidad por lo que presenta una valiosa vegetación lacustre de juncos y de plantas acuáticas sumergidas que emiten hojas flotantes. A lo largo de su perímetro crecen los juncos y navega una alfombra vegetal que sirve de cama y despensa para una variadísima fauna. Como población permanente destacan por su número las ruidosas fochas y los ánades que anidan entre la vegetación y, en épocas de pasos migratorio, otras muchas especies de procedencia nórdica. A la fauna salvaje se une la doméstica pues vacas, caballos y ovejas circundan por las orillas de ambos lagos haciendo sonar ininterrumpidamente sus cencerros, con diferentes tonos, según los rebaños.

 

El punto ideal para dominar todo el conjunto es el Mirador de Entrelagos. Localizado en un alto, permite tener una visión óptima de las dos lagunas, del macizo del Cornión y de las inmensas praderías de uso comunal. Aquí se aprecian las diferencias: el Enol es circular y profundo, La Ercina es alargado y de escasa profundidad. La corona acuática del lago Enol se remata con la Porra –nombre que recibe la peña del fondo- y la vega colindante. Además del Enol y de La Ercina hay un tercer lago, el Bricial, una vega un poco alejada, que se convierte en laguna en época de deshielo o de fuertes tormentas. Desde el Mirador se aprecian también las peñas próximas del Cornión, las instalaciones erigidas por el Parque Nacional y las cabañas ganaderas entre pastizales. La tradición marca que el 1 de junio una caravana de pastores sube el ganado (vacas, ovejas, cabras) a las praderías, donde permanece en libertad hasta bien avanzado el otoño. Todo el conjunto transmite sensaciones especiales, irrepetibles, en contacto con la montaña en plenitud. Disfrutar del paisaje de Los Lagos implica acceder a las cumbres del Paraíso Natural asturiano y disfrutar de un entorno ecológico excepcional.

Ascender a Los Lagos constituye una experiencia en contacto pleno con la alta montaña, que se ha de acompasar con una serie de prevenciones. En primer lugar, la valoración óptima que se hace del espacio natural obliga a reforzar las recomendaciones sobre su adecuada conservación y sobre el comportamiento y respeto con que el visitante ha de moverse entre las aguas, el ganado doméstico y la fauna salvaje. Se aconseja organizar bien los tiempos para aprovechar al máximo la estancia, visitar todos los espacios deseados y organizar el retorno, evitando las aglomeraciones y esperas. También conviene estar muy pendiente de las variantes de la climatología que, en los espacios cantábricos de alta montaña, es muy cambiante. Con frecuencia sucede que un día despejado de sol y calor cambie en pocas horas a frío, lluvioso y neblinoso, lo que puede dificultar el retorno. Sin duda, el control actual del acceso en los meses de máxima afluencia es necesario para la preservación y conservación de Los Lagos y constituye una garantía para preservarlo de cara el futuro y para transferirlo a las nuevas generaciones. Finalmente, despedimos una jornada de montaña y de naturaleza y agradecemos a nuestros visitantes su presencia y su interés. Deseamos que estas informaciones hayan sido útiles en su visita a un espacio excepcional, que combina un ecosistema de fauna y flora de montaña con una ganadería extensiva en los pastos comunales.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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